Había noches, si tenías la suerte de librarte del laberinto de ambientes que encajaban lo más abarrotados posible, podías cruzar el umbral de la morfina, como por arte de magia, dejando atrás el ruido del techno. Y lea una lección del filósofo Manlio Sgalambro. Era la década de 1990, y el Cocoricò de Riccione, con su majestuosa pirámide traslúcida, era una referencia popular a lo más «noble» del Louvre, la discoteca simbólica de lo que se definía en los países anglosajones como «cultura de club». La pista de baile como un lugar donde se desarrollan los lenguajes, no solo para el entretenimiento. Así, gracias a la dirección artística de Nicoletta Magallotti, personajes como Sgalambro llegan a Morphine, una de las salas privadas, para contar la historia del pensamiento moderno, con la atenta escucha de Franco Battiato, mezclado con un público de adolescentes, Enrico Ghezzi, para Vista previa de los nuevos contenidos de Blob y de los numerosos defensores de la «nueva escena teatral» ‘Son jóvenes. Desde Motus hasta Societas Raffaello Sanzio, que atacaba barrios de toros por todas partes, hasta la empresa española Fura dels Baus. Por todos lados, música electrónica, la más dura bajo la pirámide, y la más sensual en la otra sala privada, Titilla, donde se han eliminado las distinciones de género. Luego la crisis generalizada de discotecas, epidemia, cierre y cambio de propiedad. Incluso, la semana pasada, un breve comunicado de prensa en FaceBook anunció la reapertura, el 27 de noviembre. Aceptación solo con reserva. No hay información, ni siquiera los nombres de los DJs que hicieron bailar al público. A los pocos minutos, el sitio se inundó con miles de solicitudes y se vio obligado a boicotear la oferta de entradas debido a que se alcanzó el aforo del recinto, que aún es del 50%, 1500 personas, como pretenden las últimas sentencias. Todos están invitados a la siguiente noche programada para el 4 de diciembre. Un acto de fe hacia un lugar que era referencia obligada no solo de la vida nocturna italiana, muchas veces criticada y también atacada, sino que logró entrar en el imaginario colectivo de una generación que imaginaba los clubes como lugares que se podían experimentar en la música pero también en otros. formas de expresión artística, convirtiendo la Riviera Romagnola en la década de 1990 en una región capaz de inspirar a Berlín e Ibiza. En los últimos meses, el restaurante también ha lanzado una campaña de crowdfunding, para involucrar a los visitantes, invitándolos a realizar donaciones que podrían haber servido para renovar y modernizar el interior, recaudando cerca de 140 mil euros. Siempre ingrese por un año y haga que su nombre sea grabado en el «Muro de la Fama» formado por triángulos equiláteros personalizados. Por lo demás, habrá que esperar a la reapertura para ver si el ‘nuevo’ Cocoric sigue siendo un lugar para disfrutar de la filosofía de la ‘lectura’, antes de sumergirse de nuevo en los desafiantes ritmos del techno bajo las bóvedas de la ‘pirámide’.
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