Diálogo que da frutos

Mañana 10 de noviembre celebramos la festividad. Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el DesarrolloEstablecido por la UNESCO hace 21 años. El objetivo es crear una mayor conexión entre ciencia y sociedad, y garantizar que los ciudadanos estén informados sobre los avances científicos. El tema para 2023 es “Crear confianza en la ciencia”. “El papel de la ciencia en la configuración de nuestro futuro colectivo -como leemos en la presentación- sólo podrá realizarse plenamente cuando exista confianza en la ciencia. La confianza en la ciencia impulsa el desarrollo y la adopción de soluciones basadas en evidencia para los numerosos desafíos que enfrenta nuestro mundo. La confianza en la ciencia es una cuestión compleja que afecta la forma en que trabajan los científicos y cómo la sociedad ve la ciencia. Y también mejorar la confianza en la ciencia. Promueve decisiones políticas basadas en la ciencia. Y apoyo de la comunidad para su implementación”.

El tema de la “confianza en la ciencia” se ha vuelto muy actual durante la pandemia de Covid, particularmente después de la introducción del Certificado Europeo de Vacunación en 2021, donde hubo protestas y críticas porque algunos afirmaron que era una forma de ocultar los requisitos de vacunación. Según el State of Science Index, una investigación anual realizada por la multinacional estadounidense 3M, El 90% de los europeos confía en la ciencia. Curiosamente, esta cifra aumentó después de la pandemia. Giorgio Parisi, premio Nobel de Física, afirma que “las tendencias anticientíficas se están extendiendo y la confianza en la ciencia corre el riesgo de disminuir”.

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Una situación paradójica porque – según Parisi – “nuestra sociedad Depende cada vez más de tecnologías avanzadasSe desarrollan a partir de descubrimientos científicos, pero la gente desconfía cada vez más de los científicos”. El científico no se avergüenza de recordar que “las tecnologías suelen ser neutrales: corresponde a los humanos decidir en qué dirección moverse y hacer las cosas”.

Este tema nos devuelve a la relación entre fe y ciencia. Reunir fe y razón, ponerlas en diálogo para que se reconozcan y elevarlas fue el sello distintivo de la teología de Joseph Ratzinger. Esta perspectiva es fundamental videos y relación, una encíclica emitida por Juan Pablo II y preparada por un comité encabezado por el propio Ratzinger. La encíclica -casi olvidada- comienza sugerentemente: “La fe y la razón son como las alas con las que el espíritu humano asciende hacia la contemplación de la verdad. Es Dios quien ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerla, para que a través de su conocimiento y amor pueda alcanzar la verdad plena sobre sí mismo.

Este concepto fue retomado en otra (triste) ocasión. El 17 de enero de 2008, el Papa Benedicto XVI debía pronunciar un discurso en la Universidad La Sapienza de Roma con motivo de la apertura del año académico. Pero se rindió tras las protestas de un grupo de profesores.. En esta carta -que luego fue enviada al rector de la universidad- el Papa recuerda al teólogo que “el hombre quiere saber, quiere la verdad. (…) Pero la verdad significa más que conocimiento: conocer la verdad es la meta de conocer el bien”.

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Este tema estaba tan cerca del corazón del Papa Benedicto XVI que lo mencionó en unas líneas de su testamento espiritual, como si estuviera enviando una última advertencia a los creyentes.
“¡Estad firmes en la fe!” ¡No mezclar! A menudo parece que la ciencia –las ciencias naturales por un lado y la investigación histórica (especialmente la interpretación bíblica) por el otro– es capaz de producir resultados incontrovertibles que contradicen la fe católica. He sido testigo de las transformaciones de las ciencias naturales desde la antigüedad y he podido ver cómo, por el contrario, han desaparecido certezas aparentes contra la fe, demostrando que no son ciencia, sino explicaciones filosóficas que pertenecen sólo a la ciencia; Además, Está en diálogo con las ciencias naturales. Que también la fe ha aprendido a comprender mejor los límites del alcance de sus afirmaciones y, por tanto, su particularidad. Llevo sesenta años acompañando el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones he visto tesis que parecían derrumbarse inquebrantablemente y resultaban ser simples hipótesis. (…) He visto y sigo viendo cómo la racionalidad de la fe ha surgido y sigue surgiendo de entre la maraña de hipótesis. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la iglesia, con todas sus imperfecciones, es verdaderamente Su cuerpo.

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