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El colapso de la Pirámide en México y el Doble Arco en Estados Unidos ponen de relieve la vulnerabilidad del patrimonio cultural al cambio climático, con implicaciones para el futuro.

El sitio de Ihuatzio fue habitado por primera vez hace más de 1.100 años. (Ramiro Aguayo/INAH)

Un evento sorprendente ha golpeado dos sitios históricos en diferentes partes de Estados Unidos que subrayan la vulnerabilidad del patrimonio cultural frente al cambio climático. El colapso de una antigua pirámide cerca del lago Batescuaro en México se produjo poco después del colapso de los icónicos Arcos Gemelos en el Área Recreativa Nacional Glen Canyon de Utah en el lago Powell. Estos eventos pueden interpretarse como señales de posibles problemas futuros a medida que el clima global empeore.

La pirámide se encuentra en la zona arqueológica. Ihuatzio En Michoacán se debilitó por las altas temperaturas, provocando la formación de grietas que facilitaron la infiltración de agua. El derrumbe se produjo durante las lluvias del 29 de julio, lo que provocó el colapso de la parte central de la fachada sur, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Inmediatamente intervinieron funcionarios del INAH y evaluaron los daños. En las primeras horas de la mañana del 30 de julio, trabajadores visitaron el sitio patrimonial, confirmando daños en al menos seis escalones del piso sur del monumento prehispánico, incluyendo tanto los muros exteriores como el núcleo y muros interiores.

El asentamiento de Ihuatzio, con una extensión aproximada de 150 hectáreas, estuvo conformado por al menos 84 estructuras, siete de las cuales se encuentran actualmente en exhibición en el parque arqueológico. Fundada alrededor del año 900 d. C. por grupos de habla náhuatl, el apogeo de Ihudjo se produjo entre 1200 y 1521 d. C., cuando era la capital del principal rival de los aztecas, el Imperio Burepecha.

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INAH trabaja en los cimientos de la zona arqueológica de Ihuatzio tras derrumbe.

INAH trabaja en los cimientos de la zona arqueológica de Ihuatzio tras derrumbe.

Ramiro Aguayo/INAH

Las estructuras piramidales de Ihuatzio tenían una doble función: espacios sagrados para rituales y ceremonias espirituales, pero también símbolos de la autoridad y el poder político de la cultura purépecha. Estos monumentos fueron testigos de antiguas guerras entre potencias mesoamericanas, resistiendo los puripecha la expansión azteca.

Actualmente, los descendientes de los purépecha todavía viven en partes de Michoacán, y algunos interpretan el colapso de la pirámide como un presagio de una destrucción inminente según las tradiciones históricas de su cultura. Tariakuiri Alvarez, en una publicación de Facebook, vinculó el colapso con el descontento de los dioses Nana Gurhebiri y Gari Kurigweri, evocando hechos similares ocurridos antes de la llegada de los conquistadores.

A pesar de las interpretaciones supersticiosas, es importante considerar estos eventos como signos concretos de los cambios que se están produciendo en nuestro planeta, para tener en cuenta la importancia de preservar y proteger nuestro patrimonio cultural frente a los desafíos ambientales que enfrentamos.

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