«Que el Sínodo sea un púlpito para todas las aflicciones del continente». Solicitud de tarjeta. Pedro Barreto, presidente de la Red de Iglesias Panamazónicas y arzobispo de Huancayo (Perú), marcó la segunda jornada de trabajo de la Asamblea Eclesiástica de América Latina y el Caribe, en la que los gritos y peticiones de los más olvidados, como como el origen y los pueblos afro.
Tarjeta. Pareto habló, además de presidir la celebración eucarística, durante el punto de prensa diario. Insistió en las consecuencias que provoca la economía neoliberal en América Latina y el Caribe, señalando las oportunidades perdidas para cambiar una realidad que no coloca al hombre por encima de otros principios. Con respecto a la región amazónica, el cardenal denunció las consecuencias de la epidemia en la región amazónica, especialmente en Brasil, donde el pueblo yanomami, en el estado de Roraima, por ejemplo, sufre las consecuencias de la deserción hasta el punto de quedar en libertad. morir. Habiendo dicho eso, tarjeta. Pareto, «La Iglesia no solo debe alzar la voz, sino también debe expresar el dolor y el sufrimiento que provoca un grito de la Amazonia». Con motivo del Sínodo de 2019, «los indígenas sintieron su acompañamiento y pidieron que la Iglesia católica sea un aliado».
El tema fue retomado en el debate de la tarde, al que asistió, entre otros, el Card. Felipe Arizmendi, mexicano, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas. El cardenal esperaba que la Iglesia fuera la primera en dar testimonio de apertura y entendimiento hacia los pueblos indígenas, reconociendo que existen otras formas de ser persona, Iglesia y familia. La producción de documentos eclesiásticos «no es suficiente mientras los pueblos indígenas en la práctica continúen amenazados por la invasión de sus tierras, la degradación de sus tierras y la desaparición de sus lenguas y prácticas culturales». Habiendo hecho un análisis de la realidad de los pueblos indígenas, propuso trabajar en la traducción católica de los textos litúrgicos y en el fortalecimiento de las vocaciones, prefiriendo el diálogo desde el punto de vista teológico que ayude a «descolonizar nuestras mentes».
Entre los gritos del continente, también están los gritos de los afrodescendientes, como lo relató la hermana María Suyaba, de Honduras, que denunció la marginación de las mujeres negras, que no son reconocidas en lo que ofrecen a la iglesia y la sociedad. La exclusión, según el representante de la atención afropastoral en la Asamblea de la Iglesia, «es dolorosa, pero no debemos perder la esperanza, que brota de la apostasía pastoral que la Iglesia nos exige, para incluir a los que estamos en la océano, especialmente negros y mujeres «. Personas que «tienen mucho para dar a la iglesia».
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