La Virgen y el amor de Dios que nos precede
El ángel Gabriel se aleja volando del templo, del anciano sacerdote mudo, hacia una joven laica, de la ciudad santa a un pueblo sin historia, del hombre a la mujer, del templo solitario a una casa como tantas otras, donde «ella arde la llama de la vida en la soledad» (L. Borges) que se convierte en una ventana al paraíso. Así comienza el Evangelio: Dios sale de los confines de lo sagrado y se sumerge en la vida natural; No entre incienso y candelabros, sino entre vasijas y telares.
El Ángel Migrante habla claro y fresco.
Alegría es la primera palabra, Xaire, alégrate, alégrate, sé feliz, María, ábrete a la alegría como una puerta al sol.
No les ordenó: arrodillarse, obedecer, orar, ir al templo. Gabriel quema las distancias entre Dios y la humanidad: entre los dos polos surge la primera chispa, la chispa de todo “en el principio”, la chispa de la felicidad. El cual también será el primer tema del maestro en su primera lección en la montaña (Mateo 5). Dios tiene derecho a proponerse al hombre porque sabe hablar el lenguaje de la alegría.
Y en la segunda palabra, el motivo de la alegría: estáis llenos de gracia, llenos y saciados de Dios, la gracia de Dios es la vida y el amor de Dios. Dios te ama María, tu nombre es “amada por siempre”, sin pesar, amada con ternura.
[…] Sigue leyendo En el camino.Otro comentario de Fray Ermis
No tengas miedo
María entra en la historia mientras escucha. Se necesita mucho silencio para escuchar el silencio asombroso de Dios.
Todavía hoy el ángel nos repite: No temáis, el Señor vendrá y llenará vuestra vida.
Él vendrá… y llenará la vida de vida.
Un evangelio a contracorriente: un ángel se dirige a una mujer, en un día no del calendario juliano, sino en el día de la vida (en el sexto mes…).
Lo que está a punto de suceder trastornará la historia, las profundidades del cielo y el siempre presente enjambre de vida.
El ángel Gabriel, el mismo que “está a la derecha del altar del incienso” (Lucas 1,11), se aleja volando de la incredulidad de Zacarías, del enorme patio del Templo, del tamaño de quince campos de fútbol, para elevarse sobre el Superficie de la tierra. El patio de los pobres.
“Alegría” es la primera palabra que Gabriel dijo sobre María. Casi un imperativo, un imperativo: “Anímate, anímate, sé feliz”. Una palabra que hace vibrar el olor del pan, un sabor bueno y raro que todos buscamos. El primer acto de la niña es escuchar a un ángel inesperado y perturbador: María entra en la historia mientras escucha.
Se necesita mucho silencio para escuchar el silencio asombroso de Dios.
El ángel no la ahoga con advertencias ni mandatos, ni le dice: Arrodíllate, estás en presencia de Dios, sino simplemente: Ábrete a la alegría y alégrate.Sin embargo, María quedó perturbada por estas palabras. Un momento fugaz de confusión, en el que Dios entra y se desliza en la vida, trayendo nuevas estrellas polares. He aquí que darás a luz al Hijo de Dios, pero no temas: los hombres nunca dejan de prepararse, pero Dios salva.
La respuesta de María es una pregunta: ¿Cómo es esto posible? Mientras Zacarías le pedía al ángel una señal, María le preguntaba el significado. Hacer preguntas es presentarse ante el Señor con una dignidad humana verdaderamente grande.
El ángel le dijo: No temas si Dios no elige la fuerza, no tengas miedo de su humildad, lejos de luces y palacios. No tengáis miedo de este hijo de Dios que hará de los pobres príncipes de su reino. No tengáis miedo del amor, porque el Altísimo os sombreará con Su sombra.
El poder se convierte en sombra y se esconde en la niña, en la vida, que es un ánfora de sombras. En las tinieblas del vientre está la luz de la vida, y para entrar allí Dios siempre viste a la pobreza con las vestiduras humildes de un siervo (ver Filipenses 2:6-7). Sólo quien sabe vivir dentro de sí mismo generará el compromiso de ser un servidor como él.
El ángel la llama llena eres de gracia, y el pueblo cristiano la llama pura. Son la misma cosa, y con su última palabra nos revela a todos el verdadero nombre, que es: “¡Aquí estoy!” Aquí estoy, soy el siervo del Señor. El ángel la dejó.
Algo nuevo: por primera vez en la Biblia, una criatura de la tierra, una mujer, tiene la última palabra en el diálogo entre la tierra y el cielo.
Todavía hoy el ángel nos repite las tres palabras básicas: No temáis, el Señor vendrá y llenará vuestra vida.
Él vendrá… y llenará la vida de vida.
Dios busca madres y nosotros, fragmentos hospitalarios del universo, le ayudaremos a encarnarse en este mundo, acariciando su Palabra, sus sueños y su Evangelio entre nosotros.
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