Meses decisivos para América Latina

Periodista israelí. Trabajó en Nicaragua. Su forma de informar no es del agrado del actual gobierno de su país, el del presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo. Comenzó a recibir amenazas a través de las redes sociales. Una noche hace unos meses, luego de salir del supermercado, unos desconocidos atacaron el auto en el que iba de compras. Tiraron una piedra grande en el asiento del pasajero. En ese momento decidió cambiar de vida y se exilió en España. Temía por su vida. Ahora es uno de los periodistas que huyó del país.

Nicaragua avanza rápidamente hacia una situación similar a la de Cuba y Venezuela. Las elecciones están previstas para el 7 de noviembre, pero Ortega ya ha dejado claro que será solo una formalidad para establecerse como el nuevo dictador. Prueba de ello es que Christiana Chamorro, la favorita para ganar esas elecciones, se encuentra bajo arresto domiciliario desde principios de junio. En los últimos días, se han producido arrestos y arrestos de líderes de la oposición. La represión se dirige particularmente a los líderes estudiantiles y al movimiento campesino. Entre los detenidos se encuentran soldados, representantes de la sociedad civil y candidatos a las elecciones primarias. Los directores corporativos que critican los asuntos por «ayudar e incitar a la interferencia extranjera» están siendo investigados. Ortega ya tiene 130 presos políticos en prisión. Los miembros de la familia no saben nada de ellos.

El actual presidente de Nicaragua fue uno de los líderes de los sandinistas, que derrocó al dictador Somoza a fines de la década de 1970. Fue elegido para el primer gobierno a mediados de la década de 1980 y dejó la presidencia en 1990. Regresó a la presidencia en 2006 y la política que siguió con su esposa ha corrompido las instituciones democráticas desde entonces. El sueño de la revolución sandinista ha sido abandonado y convertido en una pesadilla de corrupción y opresión. Nada queda del ideal de una mejor redistribución de la riqueza y el progreso social. Desde 2008, todas las elecciones celebradas han sido manipuladas sistemáticamente. La pareja y sus hijos están en todas partes del país.

En la primavera y principios del verano de hace tres años, en 2018, hubo una rebelión de grandes sectores de la población. No ha habido protestas violentas desde que el dictador Somoza dejó el poder. La brutal represión del gobierno ha matado a más de 300 personas y más de 100.000 personas (en un país de 6,5 millones de habitantes) se han exiliado. Empresarios, estudiantes, la Iglesia católica y muchos sectores sociales se han unido para reclamar libertad y elecciones libres. La presión de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos (OSA) obligó a Ortega a entablar negociaciones con la oposición en 2019 que fracasaron por falta de voluntad de diálogo. La tímida apertura terminó con una serie de leyes aprobadas a fines de 2020 que otorgan plenos poderes a los policías y jueces controlados por Ortega. Ya nadie se atreve a fingir en Nicaragua.

Los próximos meses serán fundamentales para que no se forme una nueva Cuba o una nueva Venezuela en América Latina. La presión internacional será decisiva. El problema es que la mayor parte de la izquierda actual en América Latina no es confiable. México López Obrador no condenó a Ortega dentro de la OSA y se encontró en las mismas posiciones ideológicas que Cuba y Venezuela. El influyente ex presidente de Brasil, Lula da Silva, no hará nada por el regreso de la democracia a Nicaragua.

Las últimas elecciones celebradas en Ecuador E Perú Han dado un giro hacia una especie de izquierda que no prefiere presionar al régimen nicaragüense. Aún no está claro si la victoria del comunista Pedro Castillo en Perú significará que el país se acercará a las posiciones del populismo bolivariano.

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Desde el fin del boom de las materias primas en 2014, la vulnerabilidad ha aumentado en América Latina. Covid solo agravará la situación. La desigualdad, un mal endémico de la región, ha alimentado el resentimiento de los sistemas parlamentarios, como vimos en las protestas que sacudieron a muchos países en 2019. La tragedia es que Nicaragua avanza hacia la institucionalización de la dictadura en el contexto de muchos valores. La democracia está disminuyendo.

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